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¿Dónde están las mejores palomas?




Como ya habréis podido leer en casi todas las entradas del blog enfatizo la dificultad que tenemos para practicar la colombofilia donde me ha tocado nacer. Es cierto que a veces los árboles no dejan ver el bosque y quizás para algunos lectores magnifico la situación. Me gustaría que aquellos que tuvieran dudas se dieran una vuelta por aquí aunque sólo fuera por conocer el paisaje.

 Vista aérea de la costa oriental asturiana de este a oeste. 
Al fondo: Ribadesella.

Y es que en realidad, he creado este blog y escribo en él con la misma pasión que vivo esta afición para así canalizar la frustración e impotencia que en ocasiones siento tras muchos años peleándome con el medio y las circunstancias. Me siento incomprendido por multitud de gente que al no padecerlo, le da igual.

Lejos de ser categórico en mis conclusiones, esta vez quiero reflexionar sobre un tema delicado que cuando se debate personalmente suele levantar ampollas. Y es que en realidad no nos lleva a ningún lado lo que a continuación escribo. Muchos, incluso,  pueden sentirse ofendidos por ello. Pero quiere expresar mi opinión al respecto, con el máximo respeto hacia los que en esos lugares practican la colombofilia.

Muchas veces tenemos ideas preconcebidas del grado de dificultad de los diferentes países y regiones. Y lo sé, la mayor parte de las veces en un porcentaje mayor o menor estamos errados. Dentro de un mismo territorio hay zonas más agrestes; más aisladas o mal situadas donde localmente se hace más difícil competir.

Es por ello que daré mi opinión basada en algunos datos que manejo por experiencias o contactos aquí y allá aunque soy consciente y de los que creo que para opinar hay que vivirlo. Debe uno enfrentarse en la práctica a la situación concreta para luego emitir un juicio de valor que siempre será personal, pero al final es el nuestro.

Me crié en una zona donde la cultura del "arrastre" estaba fuertemente arraigada. Ribadesella fue años atrás un "caladero de extranjeras". Colombófilos asturianos de renombre visitaban los palomares del oriente asturiano en busca del codiciado diamante: palomas extraviadas extranjeras que entraban o eran cogidas en los palomares de la zona. Nunca fui un ferviente seguidor de los “extranjeros” como los denominábamos por aquí. Aunque reconozco haber soltado mis palomas cuando veía alguna paloma forastera en los meses de verano por la curiosidad de ver de dónde era. Holandesas, inglesas, belgas, francesas, portuguesas, alemanas e irlandesas. De todas esas nacionalidades han peregrinado en mi palomar palomas exhaustas o heridas. Me encantaba indagar en la historia de esas supervivientes por lo que siempre escribí a todas y cada una de las palomas recogidas. Antes por correo postal y ahora por e-mail. Siempre nos sorprenden e incluso  a veces surgen nuevas amistades colombófilas.
En el fondo, creo que casi todos los colombófilos españoles tenemos, no sé si por complejo de inferioridad o alguna otra oscura razón, algo dentro que nos dice que la genética de los animales de países con más raigambre colombófila y esas grandes distancias que no nos da nuestra península ibérica, es superior a la paloma de aquí. Yo he cambiado ese concepto. Y aunque puede que no sea la última vez que lo haga, por ahora me he forjado mi propia opinión a este respecto: lo mejor es lo que cada uno talla en su tierra con su propio esfuerzo y tesón.

Siguiendo con la "fiebre de los extranjeros":  hace ya muchos años, llegaba a extremos tales en los que había colombófilos que llevaban maíz en el bolso en los meses de verano por si veían alguna por la calle echarle el guante. Otros llegaban a dispararles en el ala con una escopeta de perdigones. Y en una ocasión, se cortó la luz de una farola en una calle para coger una paloma que dormía en el alfeizar de una ventana. Yo no lo presencié en primera persona pero hay testimonios visuales que aseveran que fue verídico. Lo gracioso del caso era que luego de coger muchas de ellas la gente las soltaba o regalaba. No era un negocio.
Había gente que medía la calidad de aquellos animales por su edad y el número de anillas que llevaban en las patas. Daba igual si eran simples clips de colores, una anilla de propiedad y con el número de teléfono, o una anilla de chip. Por aquel entonces se valoraba mucho el doble rossor y que fueran cuñadas en el ala. Eso era signo de suelta internacional; de gran colombófilo y paloma de calidad. Y sí, es cierto que aquí cayeron palomas de colombófilos de renombre sobre todo belgas y holandeses, por ser los más conocidos. Las palomas por razones que desconozco cogían la costa cantábrica y la seguían en dirección opuesta a su palomar. En otros casos sospechamos que se posaban en barcos a descansar y al zarpar estos desde el oeste de la costa francesa, las iban aproximando a estas latitudes. Cada una tiene su propia historia. Y hablo en pasado porque ahora, no se ven tantas palomas extraviadas como antes. Mi teoría es que hay más halcones. Y ya se sabe que en la ecuación, halcón y paloma son inversamente proporcionales.

Como apasionado de las distancias extremas, hace años veneraba a colombófilos del norte de Holanda cuyas palomas seleccionadas para tal menester volaban hasta 1350 km dejando atrás a cientos de palomares de Francia, Bélgica y Holanda para llegar a su meta. Por aquel entonces, veía a la colombofilia inglesa como una colombofilia muy parecida a la mía por aquello del clima húmedo, paisaje verde, el canal, la niebla, la dispersión de palomares y ese halo de misticismo que envuelve todo lo británico. A los belgas los veía como colombófilos enfrascados en su historia pero que no habían evolucionado. Y a los alemanes, como una colombofilia más moderna pero con menor potencia al enviar menos palomas a las sueltas internacionales. La francesa era una colombofilia a priori de segunda en relación a sus vecinos del norte. Y la portuguesa una colombofilia de poco caché especialmente por el concepto equivocado de país inferior al nuestro, las distancias limitadas por la geografía desde las que celebraban sus concursos y el elevado número de pérdidas que tenían.

A nivel nacional, yo siempre tuve claro que lo más difícil eran las islas y luego en tierra el norte de España. Y dentro del norte, Asturias. Y dentro de Asturias, el Oriente. Por tanto, en el ranking estábamos bastante arriba.

Por distancias extremas, canarios, catalanes y gallegos se llevaban la palma rozando e incluso superando la cifra mágica de los 1000 km. Luego aparecieron los andaluces soltando desde Francia. A lo largo de los años descubrí que la influencia del viento era crucial en el desarrollo de la actividad colombófila en unas y otras zonas. Especialmente en las islas donde el mar no ofrece obstáculos.

Y es que es todo tan difícil de mesurar y comparar que aunque a priori se podría pensar en que la dureza de una línea de vuelo se mide en base a los porcentajes de recepción de cada una de sus sueltas, si analizamos un poco más en profundidad las horas de vuelo: cuándo y como de agrupadas o espaciadas van llegando las palomas, complicaremos más el análisis. Pero nos aproximaremos más a la realidad. Así,  una suelta de 750 km donde en 4 días se recibe un 25% de las palomas enviadas pero las primeras a 600 m/min, para mí es tan dura como una suelta de la misma distancia con un 15% de palomas recibidas pero todas en el primer y segundo día a velocidades de 1100 m/min las primeras. Todo es relativo. Y lo sé: todo esto son generalizaciones y prejuicios.

Se tiende a pensar que palomas seleccionadas en condiciones más benévolas en lo que a orografía o clima se refiere; que vuelan en zonas con gran densidad de palomares; que soportan menor presión rapaz; o que son liberadas en grupos mucho mayores que donde uno vuela, no sirven. Uno piensa que cuando la tenacidad prima sobre la velocidad, o la inteligencia sobre el músculo, se necesita algo especial. Reconozco que en esto estaba equivocado. Hay muchos ejemplos que lo desmontan. Ahora bien, la posibilidad de que eso ocurra, creo que es mayor que si la muestra de la que partimos ha sido seleccionada en condiciones más parecidas a las nuestras. De todos modos, la paloma extraordinaria lo es en cualquier lado. El gran problema es la escasez de esos ejemplares.



A raíz de mi incursión en la colombofilia inglesa que comencé encumbrando para posteriormente terminar desestigmatizando, desarrollé aversión por la colombofilia que ellos llaman continental. Se podría decir que al igual que en el fútbol hay gente que sin ser del Barcelona es anti-madridista, yo aquí hablando de palomas de gran fondo sería “anti-Aardenista”. Sé que han colonizado el mundo –incluyendo mis antaño veneradas Islas Británicas- por ser palomas maratonianas pero a la vez rápidas. Y en terrenos llanos como son tanto la Europa continental, como la isleña, esas palomas “van”. Quizás no cuando las condiciones del viento en contra o chubascos, calor, etc complican la suelta y ahí si son las palomas de líneas oriundas las que dan la cara y apelan a su selección. Pero en general son palomas versátiles y que han dado juego en muchas latitudes. Lo reconozco.

Partiendo de esa base, no soy imparcial al respecto y veo a los países bajos como granjas de palomas para vender ubicadas al lado de palomares para competir. El problema es que las que venden al menos a países del tercer mundo como nos consideran a nosotros, son las del palomar-granja. No del palomar de competición.
En resumen, veo a la colombofilia centroeuropea muy mercantilizada, aunque excepciones habrá, obviamente.

Otro punto que me disuade de interesarme en ellos más allá del punto comercial, es el terreno en que se mueven. He estado en Holanda y todo parecido con España es simple coincidencia. He cruzado Francia en coche y más de lo mismo. He estado en el corazón de Inglaterra y ni rastro de cordilleras. Sólo pequeñas colinas.
La "autopista colombófila de Europa" en verde


Y volviendo a Inglaterra: en aquellas incursiones iniciales en su colombofilia y cuando yo sólo veía kilómetros, pensaba que a aquella gente les faltaba precisamente eso: distancia. Cuando volaban a nivel internacional, sus distancias oscilaban entre los 850 y los 1100 km. Por ello, no me terminaban de llenar. Aparte, no había mucha información por aquel entonces sobre ellos. Al menos no a mi alcance a través de internet que en aquellos años estaba aún en fase embrionaria y no tenía ni una millonésima parte de información de la que gozamos hoy en día.

Como uno va evolucionando y teniendo más información que nos proporciona la red, los pensamientos y opiniones sobre la colombofilia inglesa fueron cambiando. Y siguen en proceso de cambio. Pero eso lo dejo para la próxima entrada.

¡Nos vemos en el aire!
palomarmofrechu@yahoo.es